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En una de las etapas más duras de la España del pasado siglo, la de la alta posguerra, la mujer destacó en diferentes ámbitos, entre los cuales el de la creación literaria está siendo cada vez más reconocido, tanto en estudios generales sobre la literatura del período, como en estudios críticos particulares. Nombres como Carmen Laforet, Ana María Matute, Elena Soriano o Elena Quiroga han disfrutado de una atención más o menos persistente de la crítica; pero otras muchas escritoras, merecedoras de crítica y lectura, han sufrido las nieblas del olvido, del que poco a poco van saliendo, como es el caso de Concha Castroviejo, que nació en Santiago de Compostela en una fecha que varía entre 1910 y 1915 y murió en Madrid en 1995. En la Universidad de Santiago, donde estudió, se acercó a los círculos republicanos y allí conoció al que sería su marido, Joaquín Seijo; el final de la guerra los sorprendió en Barcelona, desde donde partieron al exilio, instalándose primero en Francia y después en México. Retornó a España a finales de 1949 y, después de algunos empeños, trabajó como periodista en el diario Informaciones